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Rubén y su trabajo invisible

Por los pasillos y vestuarios del club trabaja más que un utilero. En lo invisible de cada partido hay alguien más, esa persona que cumple una tarea que nadie ve. Rubén Tapia llegó hace más de diez años al club y desde entonces pintó su vida de amarillo y negro. Empezó de cero en el básquet, sin siquiera saber lo que significaba un triple, pero hoy destaca sin titubeos las alegrías que le dio el deporte y el club de sus amores.

“Ringo” sufre en carne propia la presión, ejercida por él mismo, de cumplir siempre. “Para mí, la palabra responsabilidad es muy importante en mi trabajo. Yo se que acá las cosas tienen que estar armadas para que el plantel y el cuerpo técnico estén conformes. Es un trabajo que lleva su tiempo, hay que venir temprano, preparar lo que es estadio y vestuarios, organizar todo para que no falte nada. Si bien ahora es un poco más sencillo porque él correr de los años lo hace más llevadero, es un trabajo donde hay que estar presente”, cuenta.

Aunque algunos no lo noten, en los partidos de Liga Nacional Rubén prepara el campo de juego hasta unas cuatro horas antes de que la pelota esté en el aire. “Llego y armo todo el vestuario local, la ropa de juego, zapatillas y las queridas calzas de los jugadores, que no pueden faltar. Después se chequea que esté todo lo que es el resto del vestuario y el de los jueces en condiciones. Por último se organiza el tema estadio, que tal vez es lo más complicado porque la cancha tiene que estar en óptimas condiciones. Para mí es algo fundamental, tiene que estar 100 puntos. Si eso no está en regla, después se sufre todo el partido. Por un tema de seguridad debe estar en condiciones y es algo que no negocio”, comenta con pasión.

Cuando la temporada de los grandes entra en receso, este hombre no descansa. Viene todos los días a supervisar que el material para todas las categorías, desde femenino pasando por Mini hasta llegar a la Primera, esté como corresponde. Es entonces cuando entra a la cancha Cristian, su hijo. Más allá del gran afecto que le tiene, es contundente a la hora de exigirle. “Muchas veces hay que estarle encima para que salga todo bien. Antes no era tan fácil porque había que hacerle entender como debía estar todo, pero creo que ahora encontró su espacio. Estoy muy contento porque él me ayuda mucho, es como un pulmón para que yo pueda estar más tranquilo”, menciona con su orgullo a flor de piel.

Así es la tarea de Rubén Tapia. Un laburante que transpira la camiseta por Obras.

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